Teatro Colón (sala grande).
Arias de óperas y operetas húngaras (en su mayoría repertorio estreno)
Intérpretes: Orsolya Kirkosa (soprano de la ópera de Budapest), solistas locales: Gisela Barok (soprano), Marcela Sotelano (soprano), Laura Domínguez (mezzosoprano), Milagros Seijó (mezzosoprano), Enrique Folger (tenor), Jorge Rabuffetti (barítono), Alejandro Di Nardo (bajo). Coro y orquesta Ars Hungarica. Dirección. Sylvia Leidemann.
Registro del concierto
23 - Año 2005 - Velada de óperas y operetas húngaras en el Teatro Colón
La Reina del Csárdás (Imre Kálmán)
Orsolya Kirkosa (soprano),
Coro y Orquesta Ars Hungarica
Dir.: Sylvia Leidemann
Registro del concierto
22 - Año 2005 - Velada de óperas y operetas húngaras en el Teatro Colón
La condesa Maritza (Imre Kálmán)
Orsolya Kirkosa (soprano),
Coro y Orquesta Ars Hungarica
Dir.: Sylvia Leidemann
A propósito de la velada en el Teatro Colón (año 2005)
Como apasionado melómano que soy -pero que no pertenece a la comunidad húngara- me dirijo a Ud. gracias a los buenos oficios de algún amigo en común que tuvo la gentileza de procurarme su dirección de correo electrónico. Y lo hago a fin de poner en relieve el notable concierto ofrecido por Ars Hungarica la noche del 14 de septiembre pasado en el Teatro Colón.
Lamentablemente por una serie de factores que es preciso detallar, es probable que esa velada no tuviera el brillo que ciertamente hubiera merecido, habida cuenta de una propuesta que se presentaba atractiva y fuera de lo común.
En primer término, la incierta semana laboral en nuestro Primer Coliseo -con suspensiones de fechas, paros e intrigas de todo tipo- atentaron contra la clara información de la fehaciente realización del concierto.
Segundo, la falta crucial de la necesaria «cámara acústica» que cierra el fondo del escenario (indispensable para la realización de un concierto vocal, donde su colocación proyecta y equilibra las voces sobre el sonido orquestal) que -como por arte de magia- sí reapareció en el concierto del día siguiente con la presentación de la Orquesta de la Radio de Hamburgo…
Por último, el cierre del vapuleado Festival Martha Argerich en el Gran Rex, con todas sus idas y venidas de cancelaciones y cambios de sede registradas sistemáticamente por la prensa, ciertamente restó público para el evento cultural que comento.
Sin embargo -y como era de esperar al leer «a priori» el listado de los artistas convocados para el recital- todos estos lunares fueron compensados ampliamente con un concierto a todas luces distinto, renovador y de alta calidad musical.
Empezando por el repetorio que, en la mayoría de los números, constituyeron estrenos absolutos o primeras audiciones sin recurrir al fácil gancho populista de presentar obras trilladas. No digamos ya en el propio Colón, sino en cualquier auditorio de primer nivel de la Argentina: Por caso la elegíaca romanza de Assad de «La reina de Saba» de Goldmark, se había escuchado en Buenos Aires en… 1901(¡!) en el hoy desaparecido Teatro de la Ópera… Claro; interpretada por Enrico Caruso y dirigida por Arturo Toscanini… pero cantada en riguroso italiano!… Y ni que hablar de la obra de Kodály y de otro desconocido absoluto del público porteño, nada menos que el padre de la ópera húngara: Ferenc Erkel.
En cuanto a las pegadizas páginas de Lehár y Kálmán (que no se dan a conocer por nuestros lugares ni siquiera en su original alemán) tuvimos el privilegio de haberlas escuchado en traducciones húngaras… ¡Todo un hallazgo que ni siquiera se aprecia en la mismísima Wiener Volksoper!
Y todo esto vertido con una altísima calidad musical. Con un grupo coral que nada tiene de «dilettantes» o meros entusiastas anónimos y sí de concienzudos cantantes cuya labor ya la envidiaría cualquer masa coral local o foránea; con una orquesta de sonoridad generosa, un concertino de primer orden (Mtro.Oleg Pishénin) y con el concurso de un grupo de solistas locales donde se destacaron el brillo virtuoso de Marcela Sotelano, la profunda musicalidad y expresividad de Jorge Rabuffetti, la valentía y el arrojo de Enrique Folger y la calidez de Gisela Barok. En cuanto a la dicción húngara no puedo realizar ninguna apreciación dado mi origen esloveno, pero a juzgar por el certero comentario de amigos que me invitaron al baile scout, lo cantaron con un acento idéntico al de la temperamental soprano invitada de la Ópera de Budapest: Orsolya Kirkosa, cuyo impacto vocal -de sonoro volúmen- cautivó al público, bisando una página de Kálmán con el agregado de un elegante y discreto baile folklórico en un lateral del escenario. Y en el centro, desde el podio, la ostensible entrega y la infatigable labor de Sylvia Leidemann, muchísimo más que una «maestra concertatora e direttora d'orchestra» -lo que ya de por sí es toda una definición cabal de su arte-, reconstructora de «particellas» y hasta como comentarista en los jugosos textos del programa de mano…
Pero, como suele ocurrir en acontecimientos culturales como éste, la crítica local de los principales matutinos estuvo asusente -con la rarísima excepción de la de algún periodista radial- seguramente teñidos por aquellos ignorantes preconceptos de «recitales de la colectividad…» Peor para ellos. ¡Cuánto más facil y populista le hubiera resultado a Ars Hungarica programar la remanidas y archiconocidas danzas húngaras, los 2 conciertos para piano o «Los Preludios» de Liszt!… ¿No?
Atentamente,
Fabian Persic