Teatro Colón (sala grande).
Obras de compositores húngaros del siglo XX para coro y orquesta (en su mayoría de estrenos)
Intérpretes: Viktória Herencsár (cimbalón, Hungría), Alejandra Malvino (mezzo-soprano), Coro de la Universidad del Sur (Bahía Blanca. Dir.: Carmelo Fioriti), Coro y Orquesta Ars Hungarica. Dirección: Sylvia Leidemann.
Registro del Concierto 2004
Gulyas Szeki
Bartok Vegigmentem
Festividad húngara en el Teatro Colón, Buenos Aires, 2004
El 15 de noviembre (2004) fue una fiesta maravillosa de la colectividad húngara en el Teatro Colón. En ese teatro de la ciudad de Buenos Aires, de renombre internacional, totalmente lleno, Coral Hungaria, el coro mixto de la Universidad Nacional del Sur (de Bahía Blanca), la orquesta que la fundación Ars Hungarica formó para esta ocasión y un reducido grupo de integrantes del conjunto «Regös» de danzas nacionales de la colectividad húngara, presentaron obras folclóricas de Bartók, Kodály, Bárdos, Maros Rudolf, y Gulyás György; entre ellas Bodas en Ecser, Escenas de las Sierras de Mátra, Música del pueblo de Szék y Danza doble de Nagykálló.. Las dos solistas de la noche fueron la virtuosa de cimbalom, Viktoria Herencsár de Budapest, especialmente invitada para esta ocasión y la solista mezzosoprano del Teatro Colón Alejandra Malvino (quién hace dos años cantó en húngaro la parte de Judit en la opera «el Castillo de Barba Azul» en el mismo teatro).
El Director del Coro de la Universidad Nacional del Sur, Carmelo Fioriti, dirigió algunas de las obras a capella, pero la principal directora, organizadora y preparadora del programa, fue la infatigable directora del Coral Hungaria, Sylvia Leidemann.
Entre el público naturalmente no sólo se encontraban allegados de la colonia húngara sino que gracias a la difusión previa en los medios como La Nación, también entendidos y amantes de la música, que agotaron en cuestión de horas las localidades, aunque varios cientos de ellos quedaron lamentablemente sin poder ingresar, lo que hace más notable el éxito arrollador del cual fuimos testigos.
Las melodías alegres, frescas, de Bodas en Ecser resultaron una buena introducción, mientras que Escenas de las Sierras de Mátra y danza doble de Nagykálló (en las cuales cantaron ambos coros y en la última pieza se agregó la orquesta) fue un digno, movido, hasta podría decirse grandioso cierre de la colorida y representativa noche, la cual fue visualmente enriquecida por el inspirado acompañamiento de danza de los «Regös». En la parte intermedia del programa el Coro de la Universidad Nacional del Sur probó nuevamente que es un excelente conjunto y el maestro Fioriti también demostró otra vez que no sólo le gusta sino que entiende a la perfección la música coral de Kodály y Bárdos. Fue una alegría escuchar el sonido renovado, cada vez más homogéneo del Coral Hungaria, la acomodación limpia y armoniosa de las voces honrando siempre respetuosamente las partituras.
La orquesta devolvió con sorprendente sensibilidad el particular carácter húngaro de la música y una excepcionalmente dotada clarinetista, Amalia De Giudice, merece especiales elogios por la brillante interpretación de algunos solos.
Sin duda la más difícil tarea la tuvo la cantante de bellísima voz Alejandra Malvino quien no sólo tuvo que amoldarse a un extraño mundo de sonidos sino también interpretar las elaboraciones folclóricas de Bartók y Kodály, por demás complejas en su aparente sencillez, en un idioma extraño para ella. Las canciones por ella interpretadas fueron piezas muy bellas pero de carácter más intimista dentro del programa de esa noche. Aún así, fue una experiencia extraordinaria escuchar cantar a la excelente artista con el «corazón vestido de húngaro», con el acompañamiento impecable, de gran fuerza evocativa, de Inés Panzone Benedek en piano.
La otra solista de la noche, Viktoria Herencsár, fué merecidamente aclamada. Su presencia y actuación fue un acontecimiento singular, no sólo porque tocó un instrumento exótico, poco conocido en nuestro medio, como el cimbalom, sino porque presentó un producto musical de gran nivel de perfección. Con profesionalidad se integró a la orquesta cuando esto se requería y cuando tuvo que demostrar su arte como solista, llenó la inmensa sala con los sonidos de su instrumento y las vibraciones de todo su ser espiritual. Fue fascinante, sublime y arrebatador.
Aparte tenemos que hablar del «alma mater» de la noche, su audaz gestora y más audaz realizadora, Sylvia Leidemann. Esta inquieta, aparentemente frágil mujer, después de un duro trabajo organizativo de más de dos años logró realizar su plan largamente acariciado: la de presentar en el Teatro Colón, en el marco de un programa de gran magnitud, la danza doble de Nagykálló. Movilizando lo mejor de sus ambiciones de director ha preparado en el adecuado nivel para esta excepcional producción los conjuntos elegidos. Era un placer verla en el podio con su dinamismo mercurial, llevando sobre sus espaldas la programación y regalándonos una noche única e inolvidable.
Naturalmente, todos los integrantes, directores, bailarines, cantantes y músicos, compartieron los bien merecidos aplausos. Todo el concierto fue un mensaje especial. En esa noche se presentaba la singular posibilidad de mostrar la cultura húngara. El inusual interés por ella, que sorprendió incluso a los directivos del Teatro Colón, señala que no sólo nos conocen sino que hay curiosidad por conocernos. Tratemos de satisfacer esta loable curiosidad cada vez que esto sea posible y siempre con creciente nivel!
Ferenc Szönyi
(Embajador de Hungría, período 2001-2004, fallecido en abril de 2017)